martes, 27 de diciembre de 2011

Los Santos Inocentes

La matanza de los Santos Inocentes ordenada por el rey Herodes, que se conmemora el 28 de diciembre, es uno de los episodios más estremecedores de la Biblia. Dos mil años después, sigue asesinándose a los más indefensos: recientemente, por poner unos ejemplos, hemos leído que el número de abortos en España ha superado los cien mil; la pasada noche de Navidad, más de cuarenta católicos nigerianos fueron asesinados por fanáticos islamistas… Resulta dolorosísima la vigencia, veinte siglos después, de las trágicas palabras recogidas por San Mateo tras narrar aquella terrible matanza en Belén y su comarca: “Una voz se oyó en Ramá, // llanto y lamento grande: // es Raquel que llora a sus hijos // y no admite consuelo, porque ya no existen."
Como afirma Juan Bautista Torelló en "Psicología y vida espiritual", libro enriquecedor, “el pecado es el agente patógeno más nocivo que existe en la sociedad: si milagrosamente desapareciesen de golpe las enfermedades y sufrimientos físicos que provienen del orgullo (violencia contra las personas y los pueblos, guerras con todas sus secuelas inmediatas y a largo plazo, cruentas, infecciosas, etc.), las producidas por la gula (enfermedades metabólicas, alcoholismo, trastornos circulatorios, etc.), y las que origina la vanidad (excesos competitivos, incidentes, maledicencias, etc.), así como las causadas por la lujuria (enfermedades venéreas, sida, trastornos endocrinos diversos, etc.), pecado al que contribuye –al igual que a los demás y, por tanto, a los males y dolores que comportan– una red inextricable de cooperadores y propagadores: escritores, periodistas, fotógrafos, médicos imprudentes, farmacéuticos, publicitarios, políticos, editores, industriales…; si además lográsemos eliminar las consecuencias patológicas de la indolencia, la testarudez, la avaricia, el ansia de poder, la mentira, el espíritu de venganza, el fraude y el odio…, entonces nuestro mundo se transformaría de tal guisa que sería irreconocible: en un mundo sin pecado, al sufrimiento físico no le quedaría más que un campo restringidísimo”. Poco se puede añadir a esa sabia reflexión; al fin y al cabo, casi todo depende de cómo se comporte cada uno día a día, esa es nuestra gran responsabilidad como individuos y como ciudadanos. Luis Ramoneda

domingo, 18 de diciembre de 2011

Cuento de Navidad

La flauta de caña (cuento navideño)


Había sido una jornada difícil. Daniel y Zacarías, los dos zagales de la hacienda, se pelearon, porque Zacarías acusó a Daniel ante el mayoral de algo que no había hecho. A pesar de los golpes, lo que de veras dolió a Daniel fue que Zacarías le rompió la flauta de caña, labrada por su abuelo Jacob. Daniel era un excelente flautista y soñaba con dejar un día el rebaño y viajar de pueblo en pueblo con otros músicos.
Al atardecer, se sintió muy abatido y, en cuanto el rebaño estuvo en el redil, buscó un rincón en la majada, extendió su manta entre la paja y se quedó dormido, ajeno a las chanzas de los demás pastores. Sin embargo, bien entrada la noche, se despertó sobresaltado: el motivo no fueron los rayos de la luna llena, a los que ya se había acostumbrado, ni las voces de los pastores, sino el canto armonioso de todos los pájaros del soto: sus buenos amigos el jilguero, la calandria, el ruiseñor, la elegante oropéndola e incluso la tímida alondra entonaban una majestuosa sinfonía de trinos, en plena noche y con el invierno recién iniciado.
Daniel se levantó y vio que los demás pastores se habían ido sin avisarlo, excepto Leví, que se había quedado para guardar el rebaño, y le contó lo sucedido:
–A media noche, se nos han aparecido unos ángeles para anunciarnos que acababa de nacer el Mesías en una cueva cerca de Belén. Se han ido todos a adorarlo. Estabas tan dormido que el mayoral dijo que no te despertaran.
Sin pensarlo dos veces, Daniel salió corriendo en dirección a Belén. Los pájaros del soto seguían entonando maravillosos trinos y, en cuanto salió a la cañada, lo sorprendió el resplandor de una estrella en mitad del firmamento, como una saeta de oro suspendida encima de una loma. Aceleró sus pasos en aquella dirección y no tardó en escuchar las voces de un coro invisible y en ver a sus compañeros de la majada y a otros pastores de aquellos parajes reunidos alrededor de una gruta iluminada por el esplendoroso lucero que lo había guiado.
En la cueva, había un mozo joven y fuerte y una muchacha hermosa como un rosal, que tenía en su regazo a un recién nacido de ojos perfectos. Los pastores se acercaban tímidamente, adoraban al Niño-Dios y le ofrecían pequeños obsequios, que la madre agradecía con una sonrisa y su marido guardaba en un rincón de la cueva, que calentaban un buey y un pollino.
Mientras se acercaba a la gruta, Daniel buscó algún presente en su zurrón, pero solo había un mendrugo de pan, un trozo de queso de oveja rancio y su flauta rota. Al llegar junto al Niño Jesús, se arrodilló, pero gruesos lagrimones resbalaron por sus sucias mejillas.
–¿Qué te ocurre buen pastorcillo? –le preguntó la Virgen con su voz suave como las brisas de abril–.
–Señora, no tengo nada que ofrecer a vuestro hijo, tan sólo mi pequeña flauta rota, que ya nunca podré tocar.
–No te apures, siéntate a mi lado. A mí, me gusta tu flauta rota y la guardaré siempre, y sé que a mi hijo también le agradará, porque es el regalo de tu buen corazón. Y le dio un beso como los que le daba su madre.
Daniel se sentó junto a los pies del pollino, que rebuznó discretamente, y la Virgen susurró algo a San José, que salió de la cueva.
El coro invisible seguía cantando y llegaban otras gentes a adorar al Niño-Dios. Cuando se fueron los últimos visitantes, los ángeles callaron para que la Sagrada Familia descansara. Daniel, fatigado por tantas emociones, se había dormido de nuevo, pero la Virgen lo despertó suavemente.
–¿Te gustaría acompañarme con la flauta, para que mi hijo se duerma mientras le canto una nana?
–Sí, Señora, pero mi flauta está rota.
–No te preocupes, Daniel, te daré una mejor, que ha fabricado José, mi noble esposo.
Daniel se puso de pie y, en el silencio de la luminosa noche, se escuchó una voz, dulce como las flores primaverales –acompañada por el son de una flauta, limpio como el rocío–, y el aplauso de los ángeles.



Luis Ramoneda

miércoles, 14 de diciembre de 2011

San Juan de la Cruz

Hoy, día en que la Iglesia Católica celebra a San Juan de la Cruz, me parece una buena ocasión para la poesía. Ofrezco el excelente poema con el que se inicia "Sueño del origen", el último libro del poeta murciano Eloy Sánchez Rosillo (Ed. Tusquets, 2011):

AL DESPUNTAR EL DÍA

QUE el gesto ensimismado de tu rostro
no enturbie la mañana. Ahora que está naciendo,
no la intimides en su impulso frágil
con tus oscuras elucubraciones
y el desamparo de esos ojos tristes.
Mírala apenas, no la asustes, no
impidas que se alce como una palma joven
y que su claridad vaya extendiéndose
libre en el cielo. Si la dejas ser,
crecer, hacerse adulta, ha de venir más tarde
-dueña de sí, señora de sus actos-
a buscar tu amistad y a hablar contigo
de cosas verdaderas. Podrás ver
cómo consigue sin esfuerzo entonces
que tus preocupaciones se disipen,
cómo te lava, alegre, con su luz prodigiosa
y logra que respires sosegado,
limpio ya de tus propias asechanzas,
ajeno a todo mal.


Luis Ramoneda

lunes, 12 de diciembre de 2011

Un buen reportaje sobre la JMJ

Arturo San Agustín (Barcelona, 1949), periodista con mucha experiencia a sus espaldas, ha publicado una excelente crónica sobre la Jornada Mundial de la Juventud del pasado mes de agosto. El título -"Un perro verde con los jóvenes del Papa" (Ed. KHAF)- es bien expresivo: con más de sesenta años, el autor se vino a Madrid como un peregrino más, para poder contar lo que vivió a pie de calle. Agudeza, grandes dotes de observación, anécdotas, ironía nada superficial, sentido común y una prosa excelente contribuyen a que el libro se lea de un tirón. Una buena ayuda para que los mensajes de aquellos días extraordinarios no caigan en saco roto. Luis Ramoneda

jueves, 8 de diciembre de 2011

EL TREN DE LA MUERTE

Este es el título del libro de Santiago Mata recién publicado por "La Esfera de los libros". Se trata de una investigación rigurosa sobre la primera gran matanza que se produjo en la Guerra civil española: el 12 de agosto de 1936, más de doscientos presos eran trasladados desde Jaén a Alcalá de Henares. Cerca de Vallecas, el tren fue interceptado por grupos de milicianos que fusilaron a casi todos, entre ellos el obispo de Jaén. Este hecho, causó la protesta de diversos embajadores ante el gobierno y dio pie a que muchos decidieran acoger en sus embajadas a subditos españoles. Mata acude a las fuentes, informa sobre los hechos y sobre la implicación de las autoridades en la masacre. Estudia también los antecedentes en la zona de Jaén y de Córdoba y analiza, además, por qué esta tragedia fue más bien acallada incluso al final de la guerra. Ofrece el testimonio reciente de un superviviente y se muestra bastante crítico con la ley de la Memoria Histórica y con las omisiones, algunas clamorosas, en la llamada "lista Sinde". Después de la lectura dolorosa de este interesante libro, me quedo con el testimonio que incluye (págs. 301-302) sobre el asesinato de Bartolomé Blanco Márquez, joven de Pozoblanco, hoy beato. Después de haber sido detenido, el 18 de agosto, escribe a su novia: "Como te quise siempre, te querré hasta el momento de la muerte. Dios me llama; Dios me llama a su lado y a Él voy por el camino del sacrificio. No culpes a nadie de mi muerte; perdona en nombre de Dios com Él perdonó y yo también perdono. Sé feliz y procura sobre todas las cosas la salvación de tu alma. Hasta la eternidad. Tu Bartolomé". Y el 1 de octubre, víspera de ser fusilado, dio el siguiente recado a su familia: "Sea esta mi última voluntad: perdón, perdón y perdón; pero indulgencia que quiero vaya acompañada del deseo de hacerles todo el bien posible [a sus acusadores]. Así os pido que me venguéis con la venganza del cristiano: devolviéndoles mucho bien a quienes han intentado hacerme mal". Pienso que este es el único camino para cerrar para siempre la heridas de aquella guerra fratricida: el perdón. Luis Ramoneda

martes, 6 de diciembre de 2011

Un poema y una cita

Esta mañana, mientras paseaba con un amigo por el parque madrileño del Retiro, con una luz y unos colores otoñales envolventes, acogedores, me he acordado del siguiente poema de Anna Ajmátova (1889-1966), una de las más grandes escritoras rusas, que padeció, ella y su familia, el acoso del comunismo. El poema pertenece al libro "El Rosario" y se titula "9 de diciembre de 1913":





Los más ocuros días del año


deben volverse los más claros.


No encuentro cómo compararlos;


así sucede con tus labios queridos.





Solo tus ojos no te atrevas a alzar


para guardar mi vida.


Son claros como las primeras violetas,


pero terribles para mí.





Entendí que no sirven las palabras,


apenas pesan los racimos nevados...


Una red de pájaros cantores


se ha extendio ya a la orilla del río."





Y la cita es de "El contenido del corazón", libro en prosa de otro gran poeta, Luis Rosales: "Hay una risa alegre, franca, abierta, y hay ambién esta risa andada e interior que es un milagro de la fe, o, aún más precisamente, de la fidelidad. Porque ya lo sabéis: mientras que sonreímos somos fieles a algo".





Luis Ramoneda

viernes, 2 de diciembre de 2011

Retraro de la madre de joven

Friedrich Christian Delius

Sajalín editores. Barcelona (2011), 109 págs.

Traducción de Lidia Álvarez Grifoll

(t.o.: Bildnis der Mutter als junge Frau)

El autor de este libro, publicado en Alemania en 2006, nació en Roma en 1943. Ha escrito novelas, obras de teatro, ensayos y libros de poesía. Este año, ha recibido el Premio Georg Büchner, uno de los más prestigiosos de las letras alemanas. Es miembro de la Academia Alemana de Lengua y Literatura y vive entre Berlín y Roma.

La protagonista de este magnífico relato, cuyo nombre nunca se desvela, es su madre. Una tarde de enero de 1943, ella, embarazada de ocho meses de su primer hijo, aconsejada por el ginecólogo, sale a dar un paseo desde la residencia en la que se aloja, llevada por unas monjas luteranas alemanas, hasta una iglesia en la que se va a celebrar un concierto de música barroca. Gert, su marido, ha sido destinado al frente africano, los padres y hermanos de la esposa viven en la zona alemana del Báltico. En tercera persona, vamos conociendo retazos de la vida de la mujer y de su marido, al hilo de los pensamientos y los sentimientos de ella durante el paseo por las calles romanas.

La ciudad eterna es en parte también protagonista del relato, con la belleza de sus monumentos, la historia, las costumbres, que desconciertan a la mujer venida del norte, educada en la austeridad y el sentido del deber. Esto hace más lacerante la ausencia de la voz y de los ojos del marido –más culto que ella–, que la ayudaría a entender lo que contempla y respondería a las preguntas que le suscita. La sorprenden los modos de vivir de los católicos, a ella que es una ferviente luterana; la conmueve el sufrimiento de los romanos hambrientos, piensa en tantos que padecen en los frentes, y, de vez en cuando, surgen ecos de la voz crítica de Ilse, que comparte habitación con ella, sobre lo que está pasando en Europa.

A lo largo del recorrido, la bondad, sencillez e ingenuidad, realmente conmovedoras de la protagonista, dan paso también a cuestionarse lo que en aquellas circunstancias no era fácil para una alemana con el marido en el frente (el sentido de la guerra, la posibilidad de la derrota, Hitler, los judíos, la lucha entre cristianos…). Al final, además del amor a Gert y al hijo que va a nacer, la fe y la música –se conmueve con los artistas italianos que interpretan a Bach y a Haydn– la han decantado hacia un incuestionable anhelo de paz entre los hombres. Una pequeña joya. Luis Ramoneda.

domingo, 20 de noviembre de 2011

III CONFERENCIA DE LAS ARTES SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER EN EL COLEGIO MAYOR MONCLOA

El jueves 18 de noviembre a las ocho de la tarde, ha tenido lugar en el Colegio Mayor Moncloa la III Conferencia de las Artes Josemaría Escrivá de Balaguer. En esta ocasión tuvo como ponente al poeta y profesor Carmelo Guillén Acosta.

Estas Conferencias, organizadas por la Fundación Moncloa 2000, en las que han participado en anteriores ediciones los escritores Carlos Pujol y Blanca García-Valdecasas, tienen como fin convocar a reconocidos artistas que hayan destacado por la calidad de su obra literaria y por el sentido cristiano y humano que la inspira.

San Josemaría, el Colegio Mayor Moncloa y los artistas

San Josemaría promovió la puesta en marcha del Colegio Mayor Moncloa en 1943, como continuación de la Residencia de estudiantes de Jenner, que había iniciado su andadura en 1939, y de la Residencia de universitarios de la calle Ferraz. Movilizó a muchas personas y sobre todo rezó e hizo rezar por la labor de formación que allí se haría. Gracias a su influjo, la vida en Moncloa estuvo marcada desde el principio por la búsqueda de la santidad y la unión con Cristo a través del estudio, el buen humor y la altura humana y cultural.

San Josemaría impulsó y siguió muy de cerca los comienzos del Colegio Mayor Moncloa, germen de otras muchas instituciones universitarias en todo el mundo, como centro donde muchos jóvenes universitarios se formaran en un clima de libertad y excelencia académica y de trabajo bien hecho para servir mejor a la sociedad, cultivando una gran sensibilidad para todo lo verdaderamente humano, como base para un confiado trato con Dios.

Desde el principio, se formaron y pasaron por Moncloa un buen número de artistas, escritores y poetas como Bartolomé Llorens o Carlos Bousoño. El patio del Colegio Mayor fue escenario de exposiciones de Eduardo Chillida y otros artistas; destacan en el Colegio los murales y cuadros marineros del pintor Pepe Alzuet y de ciudades de Fernando Colomo, los murales vanguardistas del arquitecto Ignacio Vicens y del artista Javier Viver y los conciertos de la Orquesta Académica de Madrid, dirigidos por el director del orquesta Iñigo Pírfano.

III Conferencia de las Artes San Josemaría Escrivá

El poeta Juan Meseguer, Accésit del Premio Adonais y Premio de Poesía Arcipreste de Hita, presentó al poeta sevillano Carmelo Guillén Acosta, Catedrático de Lengua Castellana y Literatura de Enseñanza Media desde 1979, Director de la colección Adonais de Poesía, y Presidente del Jurado del Premio Adonais, el premio para jóvenes poetas más longevo de nuestro país, y de gran prestigio porque ha sabido descubrir y premiar muchos de los grandes poetas españoles de la segunda mitad del s XX, cuando todavía eran muy jóvenes: Rafael Morales, José Antonio Muñoz Rojas, Vicente Gaos, Pablo García Baena, José Manuel Caballero Bonald, Carlos Murciano, María Victoria Atencia, Angel García López, Luis López Anglada, José Gerardo Manrique de Lara, Claudio Rodríguez, José Hierro, Francisco Brines, José Angel Valente, etc.
Autor de siete poemarios por los que ha obtenido diversos reconocimientos: Accésit del Adonáis, Primer Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz, Premio Tiflos, etc.

Destacó Juan Meseguer el poder subversivo de la obra de Carmelo Guillén para cambiar el mundo, que va unido a su concepción del amor: frente a la fuerza violenta de los poderosos, él reivindica la fuerza pacífica del amor-entrega; así comienza un poema suyo: “Nadie como el que ama mejora tanto el mundo”. La poesía concebida como un modo de querer a los demás se convierte así en poesía preformativa, capaz de incidir en el mundo, de herir los corazones y provocar cambios para el bien.

Subrayó Juan Meseguer en su presentación las tres características que definen en su opinión la poesía de Carmelo Guillén Acosta: es una poesía magnánima, cordial y luminosa. Trata temas cotidianos, pero dice cosas relevantes sobre la condición humana: sobre el amor, la amistad, el dolor, la muerte o la esperanza. Su poesía es cordial, hondamente humana y compasiva, por su concepción cristiana de la piedad, que no tiene nada que ver con la “moral de esclavos” de la que hablaba Nietzsche, pues esa piedad, esa predisposición constante hacia los que sufren, requiere tal energía que sería sencillamente impracticable para los supuestos débiles miembros del rebaño imaginados por Nietzsche. Y es una poesía luminosa, que desborda alegría de vivir, también cuando trata de los aspectos más dolorosos de la existencia, como en su poemario La vida es lo secreto.

Carmelo Guillén Acosta comenzó su intervención definiendo la creación poética como una cuestión de ritmo y de amor-entrega: el poeta pone el ritmo en su condición de poeta y el hombre que hay en él, su entrega. De esta manera, escribir se convierte en un trabajo gustoso, por emplear la expresión de Juan Ramón Jiménez, con el que uno procura dar lo mejor de sí mismo, lo más auténtico a los demás: la poesía se transforma en el mejor modo que tiene un autor para querer a los demás… En una ocasión, a García Lorca le preguntaron para qué escribía y él contestó que para que le quisieran. Es verdad, todas las personas necesitan que les quieran, yo también, pero igual que otros se arriman a la escritura poética para conocer, yo lo hago para darme cuenta de que amo, para acercarme a los demás, para ponerme en contacto con los que necesitan de mí. Cada poema mío pretende ser una conversación, un encuentro de amistad, una celebración compartida de felicidad. Escribo fundamentalmente para querer. Este poema es un ejemplo:

Nadie como el que ama entiende tanto el mundo
ni a nadie como a él se le abren más puertas
tan clara es su mirada como de estar atento
pues lo que ven sus ojos es amor y él lo anuncia
amor ése es su sino y por eso convence.

Nadie como el que ama gusta tanto en el mundo
conforme se levanta se ducha se perfuma
y al día se le ve marcharse alegre mente
qué gozo quien lo encuentra pues lo tiene de amigo
y así cualquiera puede aguantar lo que venga

Y nadie como él sabe estar en el mundo
que llega a su trabajo y dice buenos días
se remanga los puños y atiende a sus colegas
y como cualquier otro es igual de importante
y se rasca la oreja y se retira al baño

Nadie como el que ama puede tanto en el mundo
le es fiel a su amor y si ama otras cosas
si ama a quien lo encuentra es porque está seguro
de que lo suyo es suerte y se ve que no humilla
se ve que tiene el don de estar siempre aprendiendo

Nadie como el que ama mejora tanto el mundo
ni nadie como él nos hace tanta falta
tan fácil es querer a quien nos quiere bien
que luego ya se sabe produce sus afectos
y claro son de amor las obras que se siguen

Y nadie como él es tan libre en el mundo
que vuelve al fin a casa tan libre cada día
tras cada día de amor de como el que no quiere
regresa y es su casa lugar apetecido
y todo porque tiene a diario a quien amar

Con la nostalgia y la melancolía apenas me llevo bien. Los versos publicados a raíz del fallecimiento de mis padres y de mi hermano no son de tristeza –aunque desprendan dolor─, ni de amargura, ni de desesperanza –aunque traigan jirones de carne entre sus imágenes─. Una chispa de luz los ha compuesto. Es lo que siempre he querido de la poesía: que me proporcione una chispa de luz. ¡No me convence lo que no transmite ganas de vivir, por muy correcta que esté escrita!, pues si entiendo la escritura como un acto de amor, es lógico que, con mis palabras, no me agrade apesadumbrar a nadie.

En este ámbito, mi poesía trae muchas experiencias de amistad, de encuentro gozoso con otras personas, de arraigo, de vínculo. Cada uno de mis textos no nace de la sensiblería ni la melosidad, sino de una experiencia de amor. Por esta razón, la edición completa de mi poesía se ha recogido bajo el título de Aprendiendo a querer. Por ejemplo, esta experiencia se transparenta en este poema:

De amigos ando bien y me gusta enseñarlos
en álbumes de fotos y hacerlos coincidir
y que se den sus números de teléfono, que tengan
entre ellos un trato. De amigos ando bien
y hacen lo que quieren de mí, sin consultármelo
que vienen a mi vida y me cogen el peine,
y se peinan, y me ponen los versos perdidos
de afecto, y se resbalan en este corazón
que es su casa. De amigos ando bien, si no yo
de qué iba a dármelas, de qué, si ellos suelen
mostrarme a las visitas y hacerme coincidir
con sus otros amigos, y andan ocupados en mí,
en si me peino, en si estoy cómodo, si salgo
en mangas de cariño o si llevo o no el cuello
rozado de quererlos. De amigos ando bien
y me noto importante, tal vez algo más gordo
de ser feliz, por eso me quedan las camisas
estrechas y me sale el brillo en la mirada
sólo porque de amigos ando bien, si no vedme
sentado a dos asientos o intentando alcanzarles
la luna, que me son leales y culpables
de todo: de peinarme así, como más guapo,
y perderme en mis versos e irme de teléfonos
y fotos y visitas y dármelas de qué;
no sé, culpables, ellos, mis amigos. ¡En serio!

Simultáneamente, considero la poesía como una cuestión de ritmo porque es lo esencial al poema. Con León Felipe distingo que el poeta auténtico es el poeta del ritmo. Sin ritmo no hay poesía. El don del ritmo le es dado a pocos. Lo mismo, por ejemplo, que un cantaor flamenco o un tenor nacen, el poeta nace con un sentido lírico del ritmo que debe cultivar. La poesía es un modo de aprehender el tiempo, que eso es el ritmo. Antonio Machado decía que la poesía es la palabra esencia en el tiempo. En mi caso, la mía representa mi propio tiempo vital, mi propio ritmo vital, el ritmo de una persona que vive la vida moderna como un itinerante o un romero que saborea positivamente su paso por este mundo. Y el ritmo de la mayor parte de mis poemas es el del verso alejandrino, o de catorce sílabas. El ritmo lo expreso a veces también en la superposición de endecasílabos (once sílabas) con el alejandrino, o superponiendo estructuras métricas tradicionales, como las seguidillas, o con las pausas o encabalgamientos… Otros recursos que utilizo son el uso del lenguaje corriente, las preguntas retóricas, eslóganes de publicidad…

Por supuesto, mi poesía trae mucho del mundo literario: San Juan de la Cruz sobre todo, Garcilaso de la Vega, Quevedo, Jorge Manrique, Ionesco, Juan Ramón Jiménez, y de la lírica popular.

Y en los últimos años se ha abierto a otro tema ligado al mundo de lo invisible, el de la gracia, el mundo de la gratuidad de todo lo creado, y este camino me llevó a la idea de la capacidad del hombre de ser redimido, sanado, y me trajo la de la expiación. Para quienes conocen mi obra poética, este acercamiento a la gracia puede suponer una auténtica novedad; para mí lo ha sido y lo sigue siendo. Poemas positivos cargados de transparencia y luminosidad. La luz es la auténtica protagonista, símbolo de la gracia que lo circunda todo. Estos poemas los recojo en mi nuevo libro en ciernes, Donde no supe. Y aunque este poema es de una época anterior, puede servir para hacerse una idea de lo que digo:

Y aquí de qué me sirve abrir los ojos, darme
al goce del instante, al ancho mirador
del mundo, disfrutar de todo cuanto alcanza
la vista, me pregunto; de qué me sirve, estando
como estoy a tu aire, dónde más paisaje
que tú, en quien habito cuando cierro los ojos,
me da por recorrerte, geografía total,
y no hallo más límites que tu amor y tu luz.

La III Conferencia de las Artes San Josemaría Escrivá de Balaguer terminó con varias preguntas de los numerosos artistas y estudiantes asistentes sobre el estado de ánimo del poeta al escribir, a la que contestó Carmelo Guillén Acosta que él huye de la tristeza y de la melancolía al escribir, o la poesía huye de él: en su poesía siempre ha querido cantar al amor y a la vida, y esto no quiere decir que no aborde el dolor en sus poemas, sino que la mirada a todo lo humano siempre es de luz, no de oscuridad. A otra pregunta, destacó como sus principales maestros a Claudio Rodríguez y Juan de la Cruz. A una última pregunta sobre cómo reza el poeta, Carmelo Guillén Acosta destacó el don de su fe en Cristo como un don inmerecido, como un gran regalo.

domingo, 16 de octubre de 2011

Elektra: Apoteosis musical versus tedio escénico

Elektra: Apoteosis musical versus tedio escénico

Representación de la Opera “Elektra” de Richard Strauss (1909) el día 11 de Octubre de 2011 en el Teatro Real de Madrid.


La temporada lírica del Teatro Real 2011-2012 se ha abierto con una producción procedente del Teatro San Carlo de Nápoles de la extraordinaria ópera de Richard Strauss (1864-1949) “Elektra”, con libreto del gran poeta Hugo von Hofmmansthal, basada en la tragedia homónima de Sófocles. El resultado artístico ha sido notable en lo musical, con una magnífica prestación vocal de las cantantes femeninas (auténticas protagonistas de la obra), la soprano wagneriana Deborah Polaski, poderosa y expresiva Elektra, turbadora Clitemnestra de Rosalind Plowright y extraordinaria , de ancho y bello timbre, Crisotemis de Ricarda Merbeth. Excelente la dirección musical del controvertido director ruso Semyon Bichkov, no siempre acertado en su acercamiento a los clásicos alemanes, pero que en esta ocasión dirigió con pulso férreo, magníficos “tempi” y variedad expresiva , de ambientes y colores cambiantes, la por otra parte, complejísima partitura orquestal (Richard Strauss fue un consumado orquestador) a una orquesta mastodóntica por sus efectivos (feu ampliado el foso, eliminándose las dos primeras filas del patio de butacas).La Sinfónica de Madrid, (ahora denominada por Mortier, el director artístico, Orquesta del Teatro Real) realizó un papel discreto, como por otra parte es habitual cuando se trata de óperas cuyas exigencias orquestales son especialmente elevadas (óperas de gran colorido o virtuosismo o de dificultosa escritura orquestal, es decir, de Wagner en adelante, pasando por Mussorgsky, Richard Strauss, Puccini, y repertorio del siglo XX).Se trata de uno de los talones de Aquiles del coliseo madrileño y de la gestión de Mortier, incapaz, como prometió, de dotar a nuestro primer teatro de Opera de una orquesta del nivel del Covent Garden, Opera de Paris, Metropolitan y no digamos ya de L¨Scala de Milán o la Opera de Viena.

Por otro lado, el justo éxito musical de esta “Elektra” madrileña quedó empañado por una pésima, anodina y ayuna de ideas puesta en escena de Ellen Hammer, de un estatismo insoportable y por una escenografía feísta, ramplona y acartonada (y unos figurines de corte y confección impresentables a estas alturas, ¿la crisis?) de Anselm Kiefer. De nuevo, la nefasta gestión del director artístico Mortier se pone de manifiesto. Como gran vendedor de humo e ilusiones vacuas, declaró al comienzo de su gestión que “iba a verse en el Real lo nunca visto en materia escenográfica”.Pues bien esta vez (y van ya demasiadas), la tediosa puesta en escena estuvo a punto de dar al traste con una gran función de Opera. Afortunadamente, la calidad de música y libreto y la excelente prestación vocal sacaron a flote la representación, pero estos tiempos tan complicados desde el punto de vista económico, nos lleva a preguntarnos si una producción tan ramplona, pero tan costosa (el teatro San Carlos es uno de los más importantes de Italia y por tanto de Europa, con un elevadísimo cachet de sus producciones) puede permitírsela un teatro de Opera como el Real, que tiene hechuras y ambición de gran coliseo (sin duda lo es) pero al que le hacen falta reformas clamorosas y una gestión que aporte una programación más variada, atendiendo a todos los gustos y repertorios y esencialmente más creativa y respetuosa con la auténtica Opera, fusión a partes iguales de drama y música, de música y drama. Lo uno en detrimento de lo otro resulta insuficiente, y el mayor espectáculo artístico y cultural queda devaluado sin remedio. De estos peligros el público madrileño sabe mucho (pues mucho ha padecido) y mientras gestores como Mortier impongan sus caprichosos criterios y den alas a la implacable dictadura de ocurrentes y extravagantes directores de escena, con sus plúmbeos, vacuos y tediosos montajes, la temporada operística madrileña se convertirá en un penoso calvario. Que de ello tome nota quien corresponda.






LUIS AGIUS
15 de Octubre de 2011

martes, 6 de septiembre de 2011

EL TRIUNFO DE LA PARADOJA

La Opera “San Francisco de Asís” de Olivier Messiaen en el Madrid Arena.

Representación del 11 de Julio de 2011.

Como un justificado acontecimiento, el Teatro Real presentó, con amplio despliegue publicitario, la apuesta más arriesgada y la única acertada hasta el momento del por otra parte, controvertido director artístico del Teatro, el belga Gerard Mortier (cuyos nefastos, provocadores, y fatuos criterios artístico-musicales padecemos desde esta temporada), esto es, una notable producción de la maravillosa obra maestra del gran compositor francés Olivier Messiaen, la magna Opera de tema religioso,“San Francisco de Asís”.

Esta extraordinaria Opera, inspirada en episodios de la vida del santo, de más de 6 horas de duración (descansos incluidos) se ponía en escena en Madrid por vez primera desde su estreno parisino en 1983, con una impactante escenografía de los hemanos Kabakov (una gigantesca cúpula de acero y cristal de 22 toneladas de peso, cuya iluminación cambiaba según las escenas y la temática de la acción, bajo la cual se situaron coro y orquesta) lo que , en teoría, (pero no en la práctica, la Opera hubiera debido ofrecerse con una escenografía más reducida en el propio Teatro Real) justificaba la ubicación del espectáculo operístico en el Madrid Arena (de enorme aforo y pésima acústica, pese a que se trató con sofisticados equipos de sonido de aminorar los ruidos y reverberaciones indeseadas) y no en el histórico coliseo operístico de la Plaza de Oriente. Unos gigantescos efectivos musicales, dos coros y una orquesta de alrededor de 140 músicos (la SWD de Baden-Baden-Freiburg) con una variadísima plantilla de percusiones, más los cantantes solistas, formaban el numeroso plantel bajo la dirección del experto y profundo conocedor de la partitura, el director francés Sylvain Cambreling.

La versión musical fue de altísimo nivel tanto en lo vocal (maravillosa la soprano Camilla Tilling como Angel, y Alejandro Marco-Burmehster en el papel protagonista, San Francisco, y muy bien los hermanos “franciscanos“ Von Halem, el leproso, König) como en lo instrumental y la puesta en escena , sobria, respetuosa y creativa (inolvidable la escena del Leproso, personaje al que va unido un mimo enteramente vestido de negro literalmente enrollado en una tela negra que simboliza la lacerante enfermedad y que, por Amor, San Francisco asume como propia, curando al Leproso), lo que no está nada mal para estos tiempos de excesos, fealdad, provocaciones gratuitas, excentricidades y groserías.

Sin embargo, no quiero, pese a mi condición de músico y crítico, centrarme únicamente en la faceta estrictamente musical, sino en el impacto emocional y espiritual de esta gran página operística, de un misticismo inigualable y en la que se pudo constatar el triunfo de lo paradójico: pese a la grandiosidad y lo costoso de los medios musicales y materiales, la obra no se impuso por su aparatosidad, sino por sus innegables sencillez y espiritualidad, tanto en el texto como en la Música.

El numeroso público que no abandonó el recinto (para vergüenza de todos, hubo algunos espectadores que abandonaron la sala con grandes aspavientos, tras el segundo acto, una vez que hubieron devorado y digerido el canapé del primer entreacto, molestando a los artistas y a los que escuchábamos respetuosamente) vivió intensamente no solo una función de Opera, sino una experiencia de gran espiritualidad de la mano de la maravillosa música de Messiaen
(modernísima, de enorme riqueza tímbrica, pero inteligible y emocionante) y también gracias a su sólido libreto, lleno de sabiduría y amor cristiano, escrito por el propio compositor francés.

La obra dividida en tres actos y numerosas escenas relata episodios ciertos y ficticios, pero de gran verosimilitud, sobre la vida humilde, sencilla, auténtica, de San Francisco y de los hermanos franciscanos. Asimismo, lo sobrenatural está presente, con la sobrecogedora presencia del Angel y especialmente, al comienzo del tercer Acto , la de Dios Nuestro Señor, a través del imponente coro y la orquesta, que se manifiesta en toda su majestuosidad, logrando unos momentos de inolvidable y sincera emoción.

Y se hizo el milagro, tanto para creyentes como, según yo mismo pude constatar, para los no creyentes: la representación nos transfiguró y la gran y moderna Opera , la Música y el Teatro hermanados en la forma musical reina, nos acercó a lo mejor de nosotros mismos, un poco más cerca de nuestro Creador, de la mano del santo de la humildad, la pobreza y la caridad, San Francisco. ¿No se trata, en verdad, del triunfo de una paradoja?

Luis Agius, 4 de Septiembre de 2011

lunes, 7 de febrero de 2011

EL VERDADERO MAS ALLA

EL VERDADERO MAS ALLA

Desde los tiempos más remotos, el ser humano se ha planteado la capital cuestión de la existencia de un “más allá” como prolongación de la vida terrena, una vez llegado el momento, inapelable e inexorable, de cruzar el umbral que separa la vida de la muerte.No es momento ni lugar de resumir o compendiar la Historia de la Filosofía, de la Religión, o de las Ideas y de los Anhelos, pero quizá sí de reflexionar en voz alta y poner sobre la mesa de debate las abruptas e insostenibles contradicciones en las que cae la sociedad actual que, hambrienta de respuestas y consuelos, pero, sobre todo, de soluciones inmediatas a su podedrumbre espiritual, huye del hecho místico y religioso para refugiarse en el dudoso y un tanto tenebroso “mundo de los espíritus”, “mediums” y nigromantes.

¿Se trata de volver a la más tópico del siglo XIX, a los tiempos de los espiritistas de salón, a los tiempos del timo y el escándalo, a Madame Blavatsky, Alastair Crowley y los teósofos?¿Hay que “resucitar” a los “mediums” de pacotilla que se paseaban por media Europa y América y por cuya boca muda hablaban los “espíritus desencarnados“? La respuesta tristemente, resulta obvia.Parece que hay que sustituir anestésicos periclitados contra el sufrimiento ,el dolor, la muerte y lo que es peor, la incertidumbre, que no es bien soportada por la falible condición humana.

Hombres bienintencionados han de formularse algunas cuestiones, entre éllas, la fundamental: ¿por qué una sociedad en decadencia moral y espiritual y en su esencia, materialista, mecanicista y economicista al borde de un cierto colapso, pero que se resiste a desmoronarse y que sigue rechazando y huyendo de la figura de un Ser Superior y Creador, admite por el contrario ,como único vestigio de lo sobrenatural el “contacto” con los “espíritus” (ni siquiera se les reconoce la condición de “almas”) de los seres humanos fallecidos?

Semejante reflexión, tediosa para algunos, es sin embargo crucial en nuestra concepción de lo más importante, que es la Vida y no la Muerte, y viene a colación a partir del fragor mediático ( pese a que desde hace tiempo hay algún engendro televisivo en el que aparece una medium en contacto, realizando “lecturas”¿?) que ha provocado la última película del justamente renombrado actor y director norteamericano, Clint Eastwood (autor de una película tan conmovedora como “Los Puentes de Madison”), film titulado “Más Allá de la Vida”.La película, pese a su buena factura, defrauda y naufraga, porque, entre otras cosas, hay un gran ausente, al que se omite de forma clamorosa: Dios.

La teología católica es clara y terminante respecto al más allá y su doctrina es bien conocida.Respecto de los seres humanos que traspasan los límites de esta vida, el dogma nos habla claramente de la división del Hombre como criatura creada por Dios, en “Cuerpo” y “Alma” frente a las concepciones de los espiritistas, que hablan de una triple división (cuerpo, espíritu y alma) o de otros, que hablan de “cuerpos astrales”…

La “moda” que aquí pretende imponerse , a raíz del film citado,de “contacte usted con su familiar fallecido a través de un medium posmoderno,fiable y políticamente correcto” es un auténtico disparate, una aberración intelectual y una pantomima.

Disparate, porque si bien cada cual es libre de creer en lo que quiera, tales “espíritus” ,que pueden “existir” en la imaginación, en el anhelo o en el deseo subjetivos, no “son” entidades reales objetivables, o categorías intelectuales sujetas a razonamiento, como sí lo es el alma humana,en su concepción cristiana, preciado y precioso reducto del hálito divino.

Aberración intelectual, pues si la firme creencia en el más allá ha de basarse en “experiencias post mortem” con un rápido retorno a la vida física y en el contacto y en la “comunicación” de determinados mensajes (por lo demás, banales, llenos de lugares comunes,o muy vagos, y en la inmensa mayoría de los casos, confusos), la razón humana se ha oscurecido completamente (¿acaso no sería más “razonable” creer en un Ser Superior, Creador Omnisciente, Sabio, Bueno y Justo, defensor de la Verdad y la Vida, la Belleza y el Amor?).

Pantomima, por último, porque se hace triste, sensiblero, ramplón y vergonzoso espectáculo mediático de esa supuesta “comunicación” con seres fallecidos.

Es de lamentar profundamente que en la película de Eastwood se formule la velada acusación consistente en que “no interesa al lobby religioso” (sic) que se conozcan las experiencias cercanas a la muerte y la existencia de posible comunicación con los seres humanos fallecidos, en definitiva, la existencia “real“ de un “más allá“.En lo que toca a la religión y en particular al Cristianismo, que hay vida tras la muerte lo dijo, hace 2000 años, Jesús de Nazaret, para millones de hombres y mujeres de este planeta, Dios y Hombre Verdadero y la Iglesia católica y las confesiones protestantes lo reafirman y confirman cada día.Salvo error u omisión, la Iglesia Católica jamás ha negado lo sobrenatural bien entendido, es decir ,lo que permítaseme la expresión sería el “verdadero más allá”: el del reencuentro gozoso, jubiloso con nuestros seres queridos en la Presencia y el Amor infinito de Dios Nuestro Señor, en la inmensa alegría de la realización de nuestros más nobles ideales y anhelos, queridos para nosotros por el Creador.

Basta, pues , de dislates, engaños y pantomimas.Hagamos lo que siempre el ser humano ha hecho con los muertos: honrarlos, respetarlos y recordarlos.Del resto, se encargan, sin duda alguna, las Mejores Manos.




Luis Agius
1 de Febrero de 2011