viernes, 28 de marzo de 2008

¿CÓMO TRATA LA PRENSA EN ESPAÑA A LA IGLESIA CATÓLICA?. Un estudio de la información religiosa de El País a la luz de su Libro de Estilo

Hace más de cuatro años escribí este pequeño trabajo, que me parece que sigue vigente. Esta semana ha salido este asunto en conversaciones con varios amigos al filo de varias noticias publicadas en la prensa. Por eso, me parece útil publicarlo ahora aquí. A ver qué opináis.

Se ha convertido en una opinión común que algunos medios de comunicación tratan la religión con desconocimiento, cuando no con prejuicios y sectarismo. En Estados Unidos se han publicado estudios como los de Underwood, Postman, Gerbner, Neumann, Reever y Nass. En nuestro país, es muy sugerente el publicado por J.L.Lorda, aunque se refiere sólo a dos medios escritos de ámbito nacional.

¿Es verdad que algunos medios de comunicación tratan mal a la religión? Y si la respuesta es afirmativa, ¿cuál es el motivo? ¿Se debe a que la línea editorial de esos medios es antirreligiosa? o ¿a que los periodistas de esos medios son hostiles a la religión o ignorantes del hecho religioso? Para contestar a las dos primeras preguntas, hay que analizar los contenidos concretos de esos medios; para responder a la última, habría que hacer una encuesta entre periodistas y conocer su actitud ante la religión. Voy a intentar responder a las dos primeras preguntas con un estudio referido al periódico El País en el tiempo acotado de las tres semanas que van del 5 al 26 de septiembre de 2003.

Como toda persona humana, los empresarios propietarios de los medios de comunicación, los directivos de esos medios, los periodistas y colaboradores, autores de los artículos, tienen su visión de la vida y no podrían –aunque quisieran- desprenderse de ella a la hora de escribir. Y los medios de comunicación tienen su línea editorial en asuntos religiosos, en temas de política nacional, internacional, sociedad, economía, etc. Hace tiempo que quedó desacreditada la afirmación del periodismo objetivista “los hechos son sagrados, las opiniones libres”, en el sentido de que las noticias que dan los medios sean imparciales y traten los asuntos con una objetividad neutral. La información neutral no existe: siempre se piensa y se escribe desde una tradición, con un bagaje. Esto no quiere decir que los medios de comunicación y las personas que trabajan en ellos no deban dar una información veraz y lo más completa posible. Es decir, que vivan personalmente la virtud de la veracidad y de la justicia en su profesión.

Tradicionalmente este esfuerzo ético por realizar con honestidad la profesión se ha traducido en las normas de deontología profesional y plasmado en los libros de estilo de que se autodotan los medios, que son de obligado cumplimiento para los que trabajan en ellos y síntesis de cómo percibe el propio periódico el buen hacer profesional. Por esto, me parece que puede tener interés comparar la información que publica un medio con las exigencias de su libro de estilo.

Desde el punto de vista cuantitativo, teniendo en cuenta que se autodefine como un diario “laico”, en el sentido de ajeno a lo religioso, El País ha dedicado bastante atención a la Iglesia Católica: veintiuna noticias y dos artículos de opinión. Del examen de los veintitrés artículos se puede también extraer una primera conclusión general: 20 son críticos con la Iglesia Católica y sus instituciones, con juicios valorativos que analizaremos más adelante, y 3 son simples noticias. O sea, un 85% adoptan una postura crítica con la Iglesia Católica.

Los dos artículos de opinión son de Fernando Vallespín, titulado “Electoralismo episcopal”, criticando el documento de los Obispos de Madrid que daba una orientación pastoral a los fieles católicos y a los que quieran escucharles sobre elecciones para la Asamblea de Madrid. Y de Juan José Tamayo, de la Asociación Juan XIII, titulado “Religión en la escuela: ¿retorno al nacionalcatolicismo?”, que critica la asignatura de religión en los colegios. Como son artículos de opinión, no hacemos más consideraciones en este análisis.

El País titula el 23 de septiembre: “El Obispo de Canarias muestra su desacuerdo con la obligatoriedad de la asignatura de religión”; titular que no se corresponde con el cuerpo de la noticia: el Obispo no habla del desacuerdo; al día siguiente, bajo el título “Cien sacerdotes de Madrid consideran un escándalo la situación del profesorado y la asignatura de religión”, se cita en último párrafo el desmentido del Obispo, y dice que cayeron en esa confusión todos los diarios (entre los de ámbito nacional sólo El País). En el cuerpo de la noticia, El País señala sólo los nombres de cuatro de los cien, cuando en noticia de tanta transcendencia debería recoger los nombres de todos ellos, de acuerdo con el imperativo de su libro de estilo: “el rigor en los datos es fundamental: para presentar una información veraz lo más completa posible, hay que comprobar los datos”. Sobre datos, vid. también las cifras que da El País en noticia del 5 de septiembre: “un millar de pensadores y docentes de religión asistentes al Congreso de la Asociación Juan XXIII”. Un análisis riguroso de las cifras debería rebajar éstas en un dígito: ni son mil, ni son pensadores y docentes de religión; una frase más veraz sería: “unas decenas de teólogos y unos centenares de personas”.

Otro análisis interesante es el que se refiere al imperativo del libro de estilo de El País sobre “no incluir en las noticias las opiniones o juicios de valor del periodista sobre lo que se narra y la exclusión de los adjetivos calificativos en la noticia”. Algunas frases entresacadas de los artículos de esos días: no se llama por su nombre a la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe, sino “ex Santo Oficio de la Inquisición” o “la Congregación que ejerce de policía de la fe”. Son frecuentes expresiones como: “la inquisición de la Iglesia Romana”, “la poderosa prensa católica de Estados Unidos”, “en teología sólo hay opción, credulidad o papolatría”; y las instituciones fieles al Magisterio de la Iglesia y al Papa son “ultraconservadoras”, “intolerantes”, “retrógadas”, “ruidosas”, mientras los teólogos o personas que disienten son “progresistas”, “tolerantes”, “silenciosos”, “abiertos”.

El libro de estilo de El País manda también: “En caso de conflicto se ha de escuchar a las dos partes. El periodista debe mantenerse equidistante de las partes en un conflicto, sin favorecer a ninguna de ellas. El titular de la noticia no podrá ser adjudicado a una de las versiones en detrimento de la otra”. En varios de los artículos analizados se presta voz a las dos partes, pero en muchas la voz crítica a la Iglesia ocupa el 80% de la noticia y la voz que está de acuerdo con lo que propone la Iglesia ocupa sólo un 20% y el titular es adjudicado a la versión crítica en detrimento de la otra. Algunos ejemplos: la noticia de los “Cien sacerdotes…” ocupa un 86% la versión de esos sacerdotes y un 14% la de la Conferencia Episcopal. El 15 de septiembre titula El País: “La consagración del nuevo Obispo de Vic contestada por manifestantes” con quince líneas a la versión de los manifestantes y tres a la del obispo; es elocuente la redacción: la manifestación discrepante es “silenciosa”, mientras que los miles de partidarios asistentes al acto, hicieron “furibundas reprimendas”; no falta el habitual e inexistente confidente “que prefiere mantenerse en el anonimato por temor a represalias”. También el día 15 de septiembre sobre el viaje del Papa a Eslovaquia y la canonización de dos beatos eslovacos martirizados por el régimen comunista: el 80% de la noticia narra la colaboración de un eclesiástico –que no es ninguno de los dos beatificados- con el régimen pronazi.

Otra exigencia del libro de estilo es “No manipular la noticia”. El día 15 de septiembre titula “Roma enreda el caso Galileo”, y critica una intervención del Secretario de la C. de la Doctrina de la Fe sobre el caso Galileo, aportando unas frases fuera de contexto del libro “Galileo en Roma, crónica de 500 días”. Este libro concluye lo contrario de lo que el autor del artículo de El País defiende.

Son elocuentes también las omisiones sobre eventos religiosos de interés periodístico, que no ha recogido El País, pero sí otros diarios de ámbito nacional, como reuniones de la Conferencia Episcopal, próximas Canonizaciones, palabras del Papa, fiestas religiosas, etc. Y la selección de los asuntos de interés para El País: además de los que hemos citado anteriormente, señalamos algunas otras sin ser exahustivos: escándalos sexuales del clero (11 y 10 de IX.); reunión de la Asociación Juan XXIII titulada: “Una religión estúpida es inevitablemente un peligro”; el libro “Cartas del demonio al Papa” (19.IX.); “Los obispos de Madrid entran en campaña con citas al divorcio, el aborto y la eutanasia” (24.IX.).

Otra exigencia del libro de estilo en este repaso rápido: “El periodista ha de escribir su noticia con independencia de cualquier grupo de presión político, económico, religioso o ideológico”. Pero la información religiosa de El País obedece a la visión particular de la Iglesia de unos muy minoritarios grupos de presión de disenso. El País presenta siempre la voz de la minoritaria asociación Juan XXIII y no publica casi nunca la voz del Magisterio de la Iglesia, del Papa y los Obispos. En la selección u omisión de los temas tratados y sus titulares y en su enfoque, el punto de vista es el de esos grupos minoritarios de disenso, mientras que la voz de la Iglesia Católica y la de los intelectuales e instituciones fieles al Magisterio de la Iglesia es ignorada o silenciada.

¿Qué conclusión podemos sacar de este breve análisis? No me refiero aquí a personas concretas, que me merecen todo el respeto, sino a la línea editorial de El País. Se podría formular con una pregunta y su respuesta: ¿Cumple El País las disposiciones éticas y profesionales de su Libro de Estilo en la información sobre la Iglesia Católica? No.

lunes, 24 de marzo de 2008

José Miguel Ibáñez Langlois, entre los grandes poetas chilenos: Neruda, Mistral, Huidobro...

Númenor, Cuadernos de Poesía, ha publicado una excelente y cuidadísima Antología poética del poeta chileno José Miguel Ibáñez Langlois. Va precedida de un enjundioso prólogo del también poeta Enrique García-Máiquez, autor también de la selección de poemas. Hay que felicitar a Númenor por el trabajo de edición de poetas con una dilatada obra publicada, como Carmelo Guillén-Acosta o Miguel D'Ors, y por su labor de promoción de poetas jóvenes, impulsada por el profesor de literatura del colegio hispalense Altair, Fidel Villegas, verdadero maestro, que con su entusiasmo y sabiduría ha aunado y dado vida a una generación de jóvenes escritores.

La antología de Ibáñez Langlois nos muestra el vigor de sus poemas, su voz propia que sabe aunar los recursos clásicos con la modernidad en la expresión, la osadía en las imágenes, y el compromiso con la verdad del hombre. Sus poemas de contenido explícitamente religioso, como el Libro de la Pasión, recogido íntegramente en la Antología, son una de las cumbres de la poesía religiosa del siglo XX, me parece. Lo recomiendo vivamente.

Oficio (Antología poética). José Miguel Ibáñez Langlois. Númenor. Ediciciones de la Fundación de Cultura Andaluza.

martes, 18 de marzo de 2008

Berdiaeff, Gilson, Mounier, Maritain, Chesterton, H. Belloc, Dawson, T.S.Eliot (libro de Mariano Fazio)


Acabo de leer un libro del Prof. Mariano Fazio titulado: "Cristianos en la encrucijada. Los intelectuales cristianos en el periodo de entreguerras". Ed. Rialp, Madrid 2008, 298 pags, que trata de estos ocho intelectuales europeos. Incluye una breve biografía de cada uno y un estudio sobre el análisis que hizo cada uno de la crisis de la cultura occidental, diagnóstico y soluciones. Es un libro muy sugerente, que abre la puerta a otras lecturas de estos autores, que previeron muchos males que nos aquejan ahora y aportaron propuestas para abordarlos y superarlos. Lo recomiendo y me gustaría saber qué os parece.
Me parecen muy sugerentes e ilustrativas del contenido del libro sus conclusiones:
"No obstante la diversidad de las posiciones intelectuales de los ocho autores que hemos estudiado, es posible encontrar algunos principios comunes que estarían en la base de las propuestas cristianas de solución de la crisis cultural del período de entreguerras.

El primer principio común es la afirmación del carácter público del cristianismo. Todos los autores analizados intentan superar la concepción decimonónica liberal de la religión, considerada como elemento privado de la conciencia individual que no debería manifestarse en la vida social. Según la óptica de nuestros autores, precisamente la exclusión de Dios y de los valores trascendentes en la vida social es la causa de esta situación crítica de desorientación, que se mueve entre el voluntarismo totalitario y el nihilismo de la desesperación. Conceptos tales como la transfiguración cristiana de la sociedad (Berdiaeff), la creación de un orden católico (Gilson) o de una nueva cristiandad (Maritain), la revolución comunitaria y personalista (Mounier), la sociedad cristiana (Eliot), etc., ponen de manifiesto distintos proyectos de reforma social a partir de la presencia pública de la fe cristiana. Dicho carácter público no implica un retorno a la cristiandad medieval: Berdiaeff, Gilson, Maritain, Mounier, Dawson y Eliot son particularmente claros al respecto. Se trata más bien de hacer valer en la Modernidad la inspiración cristiana en las costumbres de los pueblos y en las instituciones sociales, dentro del marco de reconocimiento de la legítima autonomía de lo temporal. En este contexto, autores como Gilson, Mounier, Maritain y Dawson son «anticlericales» en sentido cristiano, es decir que combaten la confusión entre el orden natural y el sobrenatural de una cierta tradición clerical, y se constituyen en impulsores de una línea doctrinal que llegará a su ápice en el Concilio Vaticano II, en particular en la Constitución Gaudium et spes.

El segundo principio, presente en todos los intelectuales estudiados, es el de la necesaria coherencia entre fe y vida por parte de los creyentes para volver a dar tono cristiano a la sociedad. Dicha coherencia implica el fiel cumplimiento de los deberes políticos y sociales, familiares e individuales, y una actitud activa que promueva cambios en las estructuras de la sociedad, para hacerla más digna de la persona humana. Gilson y Dawson son quizá quienes hayan insistido más en la necesidad de ser, como decía el historiador francés, «en primer lugar, católicos». Es decir, la transfiguración cristiana de la sociedad será una realidad en la medida en que la fe se encarne en la vida cotidiana de los cristianos, alejándose de concepciones aburguesadas o meramente tradicionales de la vida cristiana. No en vano, el ejemplo de la primitiva cristiandad aparece repetidas veces en las páginas de los ensayos que hemos analizado.

Un tercer principio común es el que otorga a los intelectuales cristianos un papel de primer orden en el cambio de paradigma social. Si hay que sacar todas las consecuencias sociales, políticas, económicas y culturales del Evangelio, se hace necesaria la reflexión cristiana para renovar el sistema político, las estructuras económicas y para difundir una visión del hombre que, superando el materialismo y el escepticismo, se vuelva a poner en contacto con la trascendencia, fuente de sentido existencial. Las élites profesionales cristianas, unidas en lo esencial de la fe, y proponiendo diversas soluciones técnicas para resolver los problemas que las circunstancias van presentando, han de hacer de fermento en medio de la masa. Es digno de notar que ninguno de los autores promueve un partido único de los católicos o de los cristianos, sino que más bien se subraya el pluralismo de las opciones políticas dentro de la coherencia con los principios de la fe y de la moral cristianas. Será éste otro elemento que encontrará eco, décadas más tarde, en el magisterio conciliar.

En la mayoría de los autores estudiados se advierte también que la situación cultural crítica exige heroicidad en el testimonio cristiano: es decir, la santidad. En ese mismo periodo de entreguerras, San Josemaría Escrivá publicaba en Camino: «Un secreto. —Un secreto a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos. —Dios quiere un puñado de hombres "suyos" en cada actividad humana. —Después... "pax Christi in regno Christi" —la paz de Cristo en el reino de Cristo» (ESCRIVÁ DE BALAGUER, J., Camino, cit., n. 301. 281). En un ámbito distinto al del intelectual cristiano, el santo aragonés difundía el mensaje de la llamada universal a la santidad a través de la santificación de las circunstancias ordinarias de la vida. En los años de entreguerra todavía prevalecía la visión de una santidad ligada a los moldes de la vida religiosa. Pero aquí y allá se van vislumbrando intuiciones que tienden a la toma de conciencia de la santidad como meta última de la fe vivida. Para instaurar la paz de Cristo en el reino de Cristo —lema del pontífice que gobierna la Iglesia entre 1922 y 1939, Pío XI— no eran suficientes nuevas ideas o nuevos métodos inspirados en el cristianismo: se exigía el testimonio heroico de los cristianos.

¿No son estos mismos principios —carácter público de la fe, coherencia entre fe y vida, responsabilidad de los intelectuales cristianos, lucha por la santidad— los que podrán orientar hoy a los cristianos en la construcción de un mundo más humano, más fiel al proyecto originario de Dios para la ciudad de los hombres?

sábado, 15 de marzo de 2008

Ernestina de Champourcín: una poeta de la Generación del 27 por descubrir

Recomiendo ir a la Exposición sobre la poeta de la Generación del 27 Ernestina de Champourcín, que tiene lugar en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid. La he visto y me ha gustado mucho. He leido su obra poética editada en Ed. Athropos; hace pocos días ha sido reeditada y completada por la Fundación Banco de Santander en la colección Obra Fundamental. Es una poeta de altísima calidad poco conocida en España, a mi juicio, por tres razones: porque estuvo exiliada en Méjico hasta casi el final del franquismo debido a sus opiniones políticas: era republicana y su marido fue el poeta Juan José Domenchina, secretario de Azaña; por ser mujer; y por sus profundas convicciones religiosas, que se reflejan en su poesía, sobre todo desde su conversión espiritual, que tuvo lugar a principios de los años 50, al contacto con el espíritu del Opus Dei en la Iglesia de la Veracruz (México DF).

ERNESTINA DE CHAMPOURCIN. UNA VOZ FEMENINA EN LA GENERACIÓN DEL 27.- Días: hasta el 23 de marzo. Lugar: Salón de Actos del Centro Conde Duque. Horario: de martes a sábado de 10 a 21, domingos y festivos de 11 a 14.30. Lunes cerrado. Precio: entrada gratuita.

EFE
El Centro Cultural Conde Duque ha organizado una exposición en la que homenajea a Ernestina de Champourcin, la voz femenina de la Generación del 27, dentro de los actos para conmemorar el 80 aniversario del homenaje a Góngora que dio nombre al grupo de poetas más brillante del siglo XX.

Nacida en Vitoria (Álava) en 1905, su infancia transcurrió en Madrid donde, además de cursar sus estudios, se inició en la poesía. Fue discípula de Juan Ramón Jiménez y estuvo unida por estilo y amistad a los poetas de la Generación del 27.

La exposición, que podrá visitarse hasta el próximo 23 de marzo, tiene un recorrido histórico y no biográfico sobre la figura de Ernestina de Champourcin, e incluye una serie de textos en los que se percibe como era reconocida antes de la guerra como persona con pleno derecho dentro del mundo poético y cultural en los años veinte y treinta.

La comisaria de la muestra, Rosa Fernández Urtasun, ha explicado que en la misma se entremezclan recuerdos de familia y cartas de su madre con documentos de sus maestros, especialmente de Juan Ramón Jiménez, con quien mantenía contactos habituales y quien la aconsejaba y corregía sus textos.

Así, entre los documentos expuestos figura una tarjeta de visita con su caligrafía, fotos de Juan Ramón Jiménez y distintos textos, aunque también hay cartas de otros miembros de la Generación del 27 como Gerardo Diego, Aleixandre o Cernuda y libros dedicados de Guillén y de Alberti.

Además, la muestra incluye artículos de otros escritores sobre ella y viceversa, así como los cuadernos que escribió después del exilio, del que regresó a España desde México en 1972. Al final de la exposición aparecen numerosos testimonios de los ultimo’s años de su vida, ya que a partir de la antología de toda su obra que se publicó en 1991 muchos estudiosos pudieron profundizar en su figura y su obra.

Fotografías de su vida, objetos personales, manuscritos y artículos de la época son otros de los atractivos que se ofrecen a los visitantes de la exposición, en la que se puede contemplar una selección muy representativa de toda su obra. Además, un audiovisual hace un recorrido por su obra y explica las características de su poesía, aunque también se prepara una guía didáctica para ofrecérsela a los colegios.

Los primeros libros de Ernestina de Champourcin la dan a conocer en Madrid, como 'En silencio' (1926), 'Ahora' (1928), 'La voz en el viento' (1931) o 'Cántico inútil' (1936), en los cuales evoluciona desde un modernismo inicial a una poesía más personal donde domina el tema del amor envuelto en una rica sensualidad. La calidad de sus versos y la originalidad de su voz hicieron que Gerardo Diego la incluyera en la segunda edición de su famosa antología 'Poesía española contemporánea' de 1934.

En 1939 se exilió a México debido a sus convicciones republicanas, donde retomó su voz poética dando un giro hacia la temática religiosa. Al volver a España en 1972, sus versos se vuelven hacia la memoria y la esperanza, y publica 'Poemas del ser y del estar' (1972), 'Huyeron todas las islas' (1988), y tras algunas antologías, publicó un último libro al filo de los noventa años, 'Del vacío y sus dones' en (1993). Murió en Madrid en marzo de 1999.

El testimonio de gente corriente que supo ser coherente

Un hermano mío, Laureano, y su mujer, Mercedes, han viajado a Roma recientemente. Como catedrático de historia que es, ha querido documentarse bien antes de visitar uno de los lugares más singulares de la Ciudad Eterna, las catacumbas cristianas, y como recuerdo me han traido un libro, breve, pero elocuente, de la intensa historia de esos lugares. El autor es un especialista de las catacumbas, A. Baruffa, que recomiendo. Estos cementerios subterráneos fueron muy venerados en la antigüedad cristiana, porque en ellos fueron enterrados, entre muchos otros, los mártires y los papas de los primeros siglos de persecución (muchos de ellos, también mártires).

Son un testimonio elocuente de la fe, el arte, el modo de vivir, las relaciones familiares y extracción social de lso cristianos. Sólo en la Catacumba de San Calixto hay más de medio millón de enterramientos. Copio un texto de un estudiante del siglo IV: "Siendo muchacho, cuando vivía en Roma para estudiar, solía visitar las catacumbas de los apóstoles y los mártires juntamente con mis amigos, en el día del Señor (el domingo). A menudo entrábamos en las galerías, excavadas en las entrañas de la tierra, llenas por completo de sepulturas y tan oscuras (...) (Jerónimo, estudiante, luego secretario del Papa San Dámaso, Santo y Doctor de la Iglesia, 347-420).

Hay muchas inscripciones que reflejan la vida de los primeros cristianos, como esta: "Deuterio, intérprete de los antiguos vates (poetas) y profesor de latín y griego, descansa seguro (de su salvación) en tranquila paz" o este: "La memoria de los amigos conserva el recuerdo de Teófilo, que murió en el honor de las armas. Su fidelidad lo distingue entre los suboficiales. Fue fiel a todos los compañeros dea rmas ya los amigos. La fama lo declara servidor de Dios más que del dinero e íntegro suboficial de la Prefectura urbana...".

El libro de Baruffa tiene un breve capítulo en el que se pregunta por qué el cristianismo fue tan cruelmente perseguido por el Imperio Romano, cuando en general asimiló y era tolerante con todas las religiones: "Todas las otras religiones se adpataban al culto oficial romano y se presentaban como un asunto privado, pero el cristianismo no admitía el culto oficial al emperador, como si fuera un Dios, y tendía a renovar desde dentro, desde la mente y el corazón, el entero individuo; este era el camino para cambiar la sociedad. Afirmar que cada hombre, el esclavo también, es hermano nuestro, que todos somos iguales, que hay que amar al enemigo, que los pobres no han de ser explotados, que la justicia ha de ser la única guía del poder... no era admitido por el poder romano. Tales principios eran superiores a la mentalidad de la época y resquebrajarían la estructura misma del imperio, que favorecía la esclavitud, la anulación de la dignidad humana para cientos de miles de personas... De aquí la oposición violentísima del Imperio Romano al cristianismo: éste era visto como su enemigo más peligroso".

Una explicación

Vivir a contracorriente no es fácil. Lo fácil, lo que hace mucha gente, la mayor parte, es dejarse llevar por la corriente; esto a veces es conveniente e incluso necesario. Pero otras veces, cuando esa corriente choca contra tu modo de entender la vida, dejarse llevar por la corriente puede ser una cobardía o una traición a tus principios, a tu familia, a tus amigos, a tu país. Por ejemplo, en la Alemania nazi o en la ocupación soviética de los países del Este de Europa, muchos eligieron acomodarse a la corriente para evitarse problemas; no los juzgamos, porque con cuán difíciles situaciones se enfrentaron... Pero no hace falta irse tan lejos. Hoy también aquí, en Europa, en España, sucede lo mismo que entonces. Ahora, para poder vivir contracorriente hay que tener razones para hacerlo - tus convicciones- y saber explicarlas de modo que te entiendan. Y para eso, hay que pensar y articular un discurso coherente que muestre la belleza, el bien y la verdad en la que crees. Y esto es un camino que exige establecer un diálogo con muchos y una permanente búsqueda entre todos.